Fernando
III, rey de Castilla y León, es sin duda el monarca más relevante del periodo
medieval español junto con su hijo y sucesor Alfonso X El Sabio. El presente artículo recoge una breve reseña de su vida, así como sus hechos más significativos a nivel cultural,
religioso, social y político. Destacando la importancia de su papel en la
Reconquista, al arrebatar del dominio musulmán buena parte de la actual
Andalucía, siendo hitos de esa conquista la toma de ciudades tan importantes
como Jaén, Córdoba o Sevilla participando en el asedio de ésta última la recién
creada marina de guerra de Castilla comandada por el almirante Bonifaz, germen
de la Armada Española.
Este artículo refleja todo ello en relación con la figura histórica de
un rey que, tras su canonización en 1671, subió a los altares, y que, por ello,
es hoy patrón de nuestro municipio, por decisión de su regio fundador, otro rey
más cercano a nosotros en el tiempo, también llamado Fernando, Fernando VI de
España, que en el 1746 fundara el Real Sitio con la Real Fábrica y nueva
población que ha dado origen al moderno San Fernando de Henares.
LA
EDAD DE ORO DE CASTILLA
HACE 800
AÑOS, EL HIJO ADOLESCENTE DE ALFONSO IX DE LEÓN Y DOÑA BERENGUELA DE CASTILLA
ERA PROCLAMDO REY
Manuel
González Jiménez trazó su biografía y valoró su exitoso reinado a partir de las
crónicas medievales, en este artículo publicado en el N.º 225 de la revista LA
AVENTURA DE LA HISTORIA en julio de 2017
Valladolid,
2 de JULIO DE 1217. En las afueras de la ciudad se proclamó al infante
Fernando, de unos dieciséis años, como rey de Castilla. Había nacido,
probablemente, al inicio del verano de 1201, en un descampado cercano al
monasterio de Valparaíso, término de Peleas de Arriba (Zamora). Ello le valdría
el sobrenombre de "el Montesino". El infante recién nacido era hijo
del rey leonés Alfonso IX y de la infanta castellana doña Berenguela, hija de
Alfonso VIII, el vencedor de Las Navas de Tolosa.
Desde
las crónicas medievales, los historiadores de Fernando III, llamado el Santo,
han centrado principalmente su atención, en las conquistas del monarca en
Andalucía, que fueron el aspecto más relevante de su reinado. En cambio,
sabemos muy poco de su actividad política y de gobierno, de su obra legislativa
o de sus relaciones con las fuerzas políticas del reino, con excepción de la
Iglesia. Incluso su actividad repobladora -complemento inseparable de la
conquista- ha sido analizada de manera insuficiente.
En cualquier caso, sabemos lo bastante de él para tratar de los aspectos
fundamentales de su biografía. Conocemos peor su época, sobre todo em ciertos
niveles básicos como la demografía. el desarrollo económico y la evolución
social, aunque es mucho lo que se ha avanzado en el conocimiento de esa primera
mitad del siglo XIII en la que Castilla y León alcanzaron un optimun en
la expansión iniciada en los siglos anteriores.
En
este sentido, Fernando III es fiel reflejo de una época pletórica de energías y
dinamismo. Fue heredero de dos grandes monarcas, muy diferentes: su abuelo
Alfonso VIII de Castilla (1158-1214). Desde el punto de vista personal,
Fernando debe mucho a su madre, doña Berenguela, a cuya sombra se crió y cuyo
consejo inspiró, hasta la muerte de la vieja reina en 1246, su obra de gobierno
y hasta muchos acontecimientos de su vida familiar, como sus dos sucesivos
matrimonios con Beatriz de Suabia (1219) y Juana de Ponthieu (1237).
La
historia tiene mucho de azar, y, en buena medida, Fernando III fue prueba de
ello. Nacido infante de León en 1201, el azar puso en peligro sus derechos al
ser disuelto por el papa Inocencio III, en 1204, el matrimonio de sus padres,
Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla. Tras complejas y duras
negociaciones, en 1206 se firmaba el "Tratado de Cabreros", por el
que se reconocía a Fernando como heredero de León, al tiempo que se le
garantiza un amplísimo infantado formado por una serie de villas y castillos
donados por los monarcas leonés y castellano que se sumaron a los que, en
concepto de arras, pertenecían a doña Berenguela.
UN RIVAL FUGAZ.
Quedaba
eliminado, así como heredero al trono leonés el otro infante Fernando, hijo del
primer matrimonio del rey de León con Teresa de Portugal, también disuelto por
Inocencio III. De todas formas, y mientras el futuro Fernando III se educaba en
Castilla, su hermano homónimo frecuentaba con alarmante asiduidad la corte
leonesa, titulándose primogénito de Alfonso IX. Su muerte imprevista en 1214
despejó de momento el camino a Fernando, llamado en León "el castellano",
hacia el trono leonés. Y, en efecto, desde la primavera de 1216, el joven
infante volvía a residir en León, junto a su padre.
De
nuevo el azar le conducirá al trono castellano, porque solo algo tan
absolutamente imprevisible como el fallecimiento, a comienzos de junio de 1217,
de su tío Enrique I de Castilla de un golpe en la cabeza mientras jugaba en el
palacio episcopal de Palencia permitió
su proclamación , también azarosa, en Valladolid el 2 de junio de ese mismo
año, tras la renuncia en su favor hecha por su madre doña Berenguela, a quien
correspondía el trono como hija mayor de Alfonso VIII y hermana del rey
difunto.
El
acceso de Fernando III al trono leonés y la reunificación, en 1230, de Castilla
y León fueron fruto del prestigio alcanzado ya por el joven monarca castellano
y de la habilidad política de doña Berenguela, así como de la generosidad de la
primera mujer de Alfonso IX, aunque algo de riesgo y azar hubo en el proceso,
ya que el monarca leonés había designado como herederas a las dos hijas, Sancha
y Dulce, habidas con Teresa de Portugal.
Los
historiadores de la época se hicieron lengua de Fernando III, lo mismo que de
su madre, la reina doña Berenguela, y de su primera esposa, Beatriz de Suabia.
Hay mucho de elogio áulico en todos ellos, pero también mucho de verdad, ya que
todos los cronistas y obispos _Lucas de Tuy, Rodrigo Jiménez de Rada y Juan de
Osma-, que le trataron con asiduidad y le conocieron muy bien, vieron en él un
reflejo de las virtudes y capacidades de su abuelo Alfonso VIII y de su madre
Berenguela, y hasta de habilidad política de su padre.
MUCHO MESURADO.
Pero
es la historiografía elaborada en la corte de su hijo Alfonso X la que mejor
refleja la exaltación que los contemporáneos hicieron de la figura y de la fama
del monarca Santo. La "Estoria
de España o Primera Crónica General", cuya parte final (1252-1252) parece que se ve concluyo a comienzos del
siglo XIV, es reflejo de la opinión que tuvieron del rey sus contemporáneos,
como se observa en el elogio que le dedica la crónica tras haber referido la
muerte y exequias del rey en Sevilla: "Este fue rey mucho mesurado et cumplido de toda cortesía y de buen
entendimiento, muy sabidor; et muy bravo et muy sañudo en los lugares donde
convenía, muy leal el muy verdadero en todas las cosas que lealtad debiese ser
guardada. Pero, aunque mucho le temían los moros, era de ellos mucho amado;
esto era por la gran lealtad que en él habían siempre hallado".
Este
encendido elogio parece resumir otros más directamente relacionados con Alfonso
X, que fue el primer panegirista del Santo Rey castellano. El más conciso es el
que mandará inscribir en latín, castellano, hebreo y árabe en sendas lápidas
que todavía ornan la tumba de Fernando III en la Capilla Real de la catedral de
Sevilla.
Su
fama desbordó los confines de España en vida del rey hasta el punto de que su
muerte fue recogida con toda puntualidad a finales de 1252 por Mateo Paris, un
monje del monasterio inglés de St. Albans, cercano a Londres, en sus “Chronica
Majora”. El registro del
acontecimiento no era una mera curiosidad, ya que se refería a uno de los
personajes más conocidos y admirados de una época plena de grandes
personalidades con las que Fernando II tuvo y mantuvo una estrecha relación de
parentesco y amistad. Era primo del hermano de San Luis IX de Francia y, por su
matrimonio con Beatriz de Suabia, de la casa imperial de los Stauffen; era
también cuñado del último gran emperador alemán, Federico II, llamado en su
época "stupor mundi" (asombro del orbe). Por último, por su abuela la
reina Leonor de Aquitania, la protectora de poetas y artistas era pariente
además de Enrique III de Inglaterra.
Ningún
monarca hispánico anterior había reinado sobre un territorio tan amplio. A los
reinos que le cediera su madre doña Berenguela en 217 se añadieron en años
sucesivos los de León, Asturias, Galicia y Badajoz -heredados de su padre
Alfonso IX-, y los reinos de Sevilla, Córdoba, Murcia y Jaén, ganados por su
esfuerzo en una larga serie de campañas afortunadas.
Al
final de su vida pudo dirigir a su hijo Alfonso X las memorables palabras,
mezcla de orgullo por la labor realizada y de preocupación por el futuro de sus
conquistas, que recoge la "Crónica de España": "Fijo, rico quedas de tierra e de muchos buenos
vasallos, más que rey en la cristiandad sea, et en tu señorío queda toda: la
una conquistada, la otra tributada. Si en este estado en que te la dejo la
supieres guardar, eres tan buen rey como yo; y si ganares por ti más, eres
mejor que yo; y si de esto menguas, no eres tan bueno como yo".
No
ha habido rey castellanoleonés que gozara de mayor popularidad asentada no solo
en su fama de santidad con que la piedad popular le honró desde el momento
mismo de su muerte, sino en su prestigio como rey conquistador del sur islámico:
de Baeza (1225), de Córdoba, la antigua y decaída Córdoba, capital del Califato
(1236); de la encastillada Jaén (1246), y de la próspera y deslumbrante Sevilla
(1248). Admirado de amigos y hasta de antiguos enemigos, como el rey de
Granada, Muhammad I, y querido por su pueblo, que contribuyó con su esfuerzo y
su dinero a las campañas de conquista, gozó durante su reinado de esa
prosperidad que se basa en el orden interior, impuesto con toda energía, si el
caso llegaba, y en la recta administración de la justicia.
PROSPERIDAD.
De esta forma, en la mentalidad colectiva del pueblo, su reinado, como
el de su abuelo Alfonso VIII, se convirtió muy pronto -aun en vida del rey- en
una especie de edad dorada, presidida por la prosperidad y el buen gobierno.
Por ello, su muerte fue llorada por sus súbditos como la de un padre. Y así,
los continuadores de la "Crónica de España" o los propios
compiladores que trabajaron en ella cerraron esta obra con un breve capítulo en
el que, antes de referir el enterramiento del cuerpo del Santo Rey, se describe
el llanto de todo el reino, de sus vasallos moros y de los habitantes de la
ciudad de Sevilla, para concluir con unas palabras que, escritas en una época
amenazada permanentemente por el azote del hambre, hacían del reinado de
Fernando III época excepcional y añorada: "Una gran merced le fizo Dios
siempre extremadamente: en el su tiempo, año malo ni fuerte en toda España no
vino, y señaladamente en la su tierra".
Es
difícil sintetizar la vida de un monarca extraordinario por tantos conceptos.
Lo haremos, no obstante, utilizando la información que su hijo Alfonso X dejara
escrita en el libro llamado "Setenario", en el que se inserta un
elogio apasionado, reflejo de admiración por la memoria de su padre, por sus
cualidades morales, por su labor de gobernante, por sus dotes militares y, por
supuesto, por su santidad.
¿Cómo
era Fernando III? Según Alfonso X, era un hombre apuesto y bien proporcionado,
de hermoso color y de aspecto noble y autoritario, de forma que por él la gente
conocía que era el señor de los otros que allí estaban. Se discute sobre su
estatura, si bien se ha calculado que debía rondar, como la de su hijo Alfonso,
en torno a 1,75 metros. Es posible fuese de tez clara y pelo rubio, color, por
otra parte, predominante en su familia.
Respecto
a sus cualidades morales, Alfonso X destaca las que se exigían de un rey y de
un noble de su época: su capacidad para hablar y razonar con corrección;
modales corteses o cortesanos; moderación en el comer, beber y dormir, afición
a los ejercicios físicos (andar, cabalgar y cazar) y militares (bohordar o
alancear); gusto por los juegos de tablas y ascaques (juegos de damas y
ajedrez), y amor por la música cortesana y juglaresca de los trovadores
gallegos.
Tras esta presentación del personaje, Alfonso X resume la actividad
política y militar de Fernando III, mediante la cual se llevó a cabo la
ampliación y la pacificación del reino. Bajo su reinado, se produjo la unión de
los reinos de Castilla y León, que hizo de Fernando III el monarca más poderoso
de España.
Las
conquistas se describen en un breve párrafo. Como su consuegro Jaime I,
Fernando III fue un rey que supo aprovechar el vacío de poder dejado en
al-Ándalus por los almohades para conquistar "toda España": por
conquista directa, implicándose personamente en la mayor parte de las
operaciones; sufriendo en ellas frío y calor; dejándose en los campamentos y en
las largas cabalgadas jirones de su salud, lo que explica su muerte prematura
antes de cumplir los cincuenta y un años; negociando pactos de rendición de la
población musulmana y arbitrando medidas para financiar campañas tan costosas y
abastecer a huestes tan alejadas de los puntos neurálgicos del reino.
Gracias
a este prodigioso esfuerzo militar, el reino se ensanchó de forma notable
mediante la incorporación al mismo de las antiguas capitales de al-Ándalus y de
las fértiles tierras del valle del Guadalquivir sobre las que muy pronto se
volcaría una riada de repobladores.
Gracias
a estas conquistas, Castilla amplió de forma considerable su territorio, que se
extendía, según afirma con evidente complacencia la "Primera Crónica
General" del mar de Santander hasta el mar de Cádiz. El elogio de Alfonso
X al rey conquistador se amplía y completa en un párrafo alusivo a la conquista
del reino de Murcia, realizada, por orden expresa del monarca, por su hijo don
Alfonso siendo entonces infante heredero (1243-1246).
Pero
Fernando III no solo guerrero capaz; también fue un político hábil. Como han
destacado quienes han estudiado sus campañas en Andalucía, desarrolladas entre
1225 y 1248, buena parte de su fortuna como conquistador se explica por su
capacidad negociadora, que le permitió ocupar extensos y poblados territorios a
través de acuerdos o pleitesías con las autoridades islámicas. Por este sistema
se conquistaron las campiñas béticas y hasta villas de tanta importancia
estratégica como Écija, Lucena, Aguilar de la Frontera, Priego, Morón, Estepa,
Osuna, Carmona y Alcalá de Guadaira. Gracias a estos pactos permaneció en
Andalucía buena parte de la población musulmana, evitándose así su total
despoblamiento.
CONQUISTAR Y REPOBLAR.
El elogio que Alfonso X hizo de la figura de su padre no se limitó a
destacar su faceta militar. Por experiencia propia sabía de la importancia que
tenía la repoblación de las tierras recuperadas al islam. Desde la perspectiva
de Alfonso X y en la coyuntura del siglo XIII, asentar pobladores, repartir
entre ellos la tierra conquistada, otorgar fueros a las ciudades y villas
repobladas, dotarlas de extensos términos y construir o reparar las fortalezas
y otras infraestructuras vitales para el territorio, era el cometido principal
de todo buen gobernante. Esta política repobladora, mantenida por el monarca
durante todo su reinado, fue el justo contrapunto de la actividad de un rey
guerrero a quien, sin embargo, preocupó más el día después de la conquista que
la conquista en sí misma. Era consciente, sin duda, de que la guerra era
simplemente el instrumento para una ampliación del reino. Una vez logrado este
objetivo, era preciso remodelar las tierras conquistadas e integrarlas
plenamente en el reino mediante el asentamiento del número suficiente de
repobladores, el reparto justo entre ellos de propiedades, la concesión de
fueros y privilegios a los nuevos concejos o municipios creados, la
implantación de otras instituciones administrativas y la restauración de
iglesias y catedrales. De esta forma, Fernando III sentó las bases y puso en
marcha en Andalucía, y en menor medida en Murcia, un profundo proceso
transformador, cuyos resultados -ampliados y completados por su hijo Alfonso-
llegan hasta nuestros días.
En sucesivos artículos sobre HISTORIA DEL REAL SITIO DE SAN FERNANDO iremos sacando parte de las aportaciones realizadas en su día a la ACARSF, por su interés histórico y cultural.
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