Hoy se cumplen siete años del que fuera el peor ataque terrorista sufrido por España y en Europa en su historia reciente.
Un fatídico día que segó criminalmente la vida de 191 personas, cuando se dirigían a sus centros de estudio y trabajo, en trenes repletos de gente por la mañana en la hora punta Madrileña, donde la ciudad se contrae como corazón palpitante de España, recibiendo a las masas de trabajadores y estudiantes, que recorren sus trenes, autobuses y metro. Ellos que son la savia, la sangre de la ciudad, vieron sus vidas derramadas por el golpe criminal del terrorismo Islamista, y con ellos se desangraba Madrid y España sentía punzante dolor en su corazón.
La imagen de toda aquella gente tirada en los andenes de Atocha, por el suelo, por las vías, nos causó una gran impresión, porque eran gente sencilla, normal y corriente, como nosotros que como otro día cualquiera cogían el tren... ¡nos pudo tocar a cualquiera de nosotros!.
El mal por el mal, el daño por el daño, alcanzaron cotas nunca vistas hasta entonces desde nuestra guerra civil, un ejemplo de como la sin razón y el fanatismo, llevan al género humano, a cometer los actos más terribles y deleznables en claro desprecio por la vida humana.
Aquella masacre, ha quedado irremediablemente marcada en la conciencia colectiva de todos los españoles, que en modo alguno podemos olvidar, como tampoco olvidamos a aquellos que desde aquel día nos faltan, y a esos más de 2000 heridos que vieron su vida marcada desde entonces para siempre.
Como español se me anuda la garganta, se me oprime el corazón, cada vez que rememoro aquel día, y el sentimiento de rabia contenida y tristeza colectiva que se respiraba aquel día en Madrid.
De San Fernando, eran ocho de los fallecidos aquel día, a quienes como a todos los demás, les rendimos nuestro más sentido e inolvidable homenaje, con el anhelo, de que ojalá algo semejante jamás vuelva a pasar.
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