Termina el año 2020, un año que a consecuencia de la pandemia producida por el "coronavirus" de la COVID-19, ha trastocado nuestras vidas en lo social, lo afectivo lo económico y laboral. Acabando con la vida de decenas de miles de personas en nuestro país y más de un millón en todo el mundo.
LA SEGUNDA Y MAYOR CRISIS GLOBAL DEL SIGLO XXI
Hemos vivido y vivimos una crisis sin precedentes de orden sanitario, económico, social y hasta político que pone en jaque nuestro modelo de sociedad y economía tal como la veníamos concibiendo. En España la caída del PIB es la mayor que ha sufrido el país desde nuestra última guerra civil, a lo que se suma el drama humano de más de 70 mil muertos en menos de un año.
Todos estos acontecimientos hacen que el año 2020 pase a la historia como un año nefasto que quedará marcado en nuestra memoria colectiva e individual para siempre.
Pero este 2020 ha sido también el año en el que el teletrabajo se impuso de manera generalizada por razones de imperativo económico, el año en el que mostramos mayor solidaridad y compromiso para con los demás, el año en el que tomamos conciencia GLOBAL de lo que es verdaderamente importante y que no valorábamos en su justa medida, porque lo considerábamos algo "simplemente normal". Hoy, cuando recordamos aquella monótona normalidad anterior a este crisis de la pandemia, lo hacemos con añoranza. La añoranza de poder reunirnos, de poder celebrar, de poder movernos libremente, del contacto con nuestros seres queridos, de poder ir a trabajar o salir de compras o a un restaurante, bar o café sin el constante temor al contagio.
LOS HÉROES COTIDIANOS
En estos meses del año 2020 desde finales de enero hasta ahora, el verdadero villano ha sido el virus y los héroes; en su mayoría anónimos, todos los que desde sus puestos han trabajado para mantener el pulso del país. Especial mención merecen nuestros sanitarios, que en primera línea de batalla contra la enfermedad se han enfrentado a la crudeza de la misma, consideración que también merecen el resto de servidores públicos, trabajadores de servicios esenciales; pero también, todos esos trabajadores anónimos que en los meses más duros del confinamiento, se conectaban desde casa a teletrabajar o los que no tenían esa opción, se desplazaban a sus respectivos centros de trabajo con el temor de contagiarse ellos y contagiar a sus familias. A todos ellos debemos decirles: GRACIAS.
LOS GRANDES DAMNIFICADOS
No quiero dejar de mencionar a los que se han visto damnificados en esta crisis por la perdida de sus empleos y el cierre o quiebra definitiva de sus negocios, la suma de todas esas circunstancias personales y colectivas se refleja en la crisis que como país tenemos que asumir, con consecuencias tan lamentables como las COLAS DEL HAMBRE que hemos podido ver en los barrios más humildes, donde las gentes, no tienen más ingresos que los que provienen de su trabajo para vivir con la dignidad que merecen.
A la primera ola de la pandemia entre marzo y junio, de gran mortandad y crudeza pues se carecía de lo imprescindible para hacerle frente y protegernos, siguió una segunda ola tras el verano, antes incluso de que concluyera ya a finales de agosto, producto de la relajación con la que nos tomamos el fin del confinamiento, merced quizás de ciertos mensajes políticos equivocados, creyendo erróneamente que ya todo había acabado o que cuanto menos, no volvería a ser tan grave.
UNA RESPONSABILIDAD SOCIAL COLECTIVA
La responsabilidad de afrontar la pandemia es colectiva y no sólo atañe a autoridades sanitarias y dirigentes políticos. Empieza en la RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL de cada uno para aplicando las recomendaciones de higiene y distancia social, protegernos nosotros y a las demás personas con las que convivimos en el ámbito familiar, labora, de relaciones de amistad e incluso de pareja. Sin embargo, este 2020 nos demuestra que pese al comportamiento responsable y solidario de la mayoría, siempre existe el comportamiento irresponsable y egoísta de una minoría que por tal actitud, pone en riesgo todo lo que con gran esfuerzo entre todos nos cuesta lograr. No nos engañemos, pues no es una actitud novedosa, ha estado presente siempre en nuestra sociedad e implica una línea de pensamiento y consiguiente actitud, muy perniciosa para el bien común.
UNA LUZ DE ESPERANZA
2020 se va, pero con la esperanza que el conocimiento científico nos ha traído en forma de vacunas para acabar con este episodio de pandemia a escala global, que nos ha de servir para prevenir los que estén por venir y que se han demostrado como una evidente amenaza para la civilización humana. Unas vacunas revolucionarias no solo por el tiempo récord en el que se han desarrollado, sino porque se basan en el ARN viral para su desarrollo efectivo, lo que abre la puerta a una nueva generación de vacunas, esperanzadora también para atajar otras enfermedades infecciosas de origen vírico como por ejemplo el VIH, para el que en 40 años no se ha sido capaz de encontrar una vacuna eficaz. Y todo gracias a una decidida apuesta por una línea de investigación por años postergada, y que sólo la apremiante situación generada por la pandemia global, ha permitido implementar sumando recursos y talento tanto de entes públicos como privados de varios países del mundo punteros en biotecnología. Sin duda expresión de lo que se puede cuando se quiere y cuyo ejemplo deberían extrapolar cara a otros retos que se le plantean a la humanidad en el contexto del CAMBIO CLIMÁTICO.
UN TOQUE DE ATENCIÓN Y REFLEXIÓN PARA EL FUTURO
En definitiva el año 2020 ha sido nefasto por el dolor provocado por la enfermedad ocasionada por el virus, por el daño en nuestro modo de relacionarnos y el impacto en nuestro sistema económico tanto a escala de país como global. Pero hemos de ver la dimensión positiva que esta crisis ha supuesto cara a reflexionar y muy seriamente sobre nuestro rumbo como sociedades supuestamente avanzadas, nuestro modelo de desarrollo económico, sistema energético y de explotación de los recursos naturales, la forma en suma en la que influimos en nuestro entorno más inmediato y en el ecosistema global, tomando conciencia, de manera dramática de que todos estamos en el mismo barco y que debemos cuidar y gobernar mejor la nave en la que se sustenta nuestro progreso y bienestar.
Aunque la crisis sanitaria se supere, NADA volverá a ser igual, porque seguida a ella sucederá una CRISIS ECONÓMICA de consecuencias todavía por determinar en lo social y en lo político, que espero y deseo traiga cambios que puedan ser encauzados de manera pacífica y constructiva por el bien común de tod@s, cosa difícil en una sociedad cada vez más desigual y polarizada, con una clase política de visión cortoplacista y mediocre donde los mensajes populistas tienen cada vez más oídos dispuestos a escuchar, escondiendo en el fondo una suerte de totalitarismo propia de quienes conciben el mundo únicamente a la medida de sus ideales, sin la necesaria amplitud de miras y generosidad para entenderlo.
Va ser necesaria mucha moderación, mucha pedagogía y mucho trabajo constante, de gente brillante y comprometida a la par que honrada para superar los próximos años de crisis que se avecinan y en los que será ineludible acometer importantes reformas, si es que deseamos en verdad un futuro ya no mejor ni más justo, si no menos malo para las generaciones venideras y nosotros mismos.
FELIZ AÑO 2021 A TOD@S.
En el Real Sitio de San Fernando de Henares (Madrid), y diciembre 31 de 2020.
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