No es la primera vez que este espacio blog se hace eco del aniversario de unos acontecimientos, que no por luctuosos, han dejado de marcar nuestras vidas, definiendo un antes y un después, como macabro acontecimiento histórico.
Pero esta vez, la ocasión tiene la significación de que se cumple exactamente una década de aquel ignominioso día, en la que fue puesta en jaque la estabilidad del orden mundial hasta entonces establecido.
Quizá no hayamos sido plenamente conscientes de ello, pero, en estos diez años, hemos asistido, a lo que de una manera diferenciada en cuanto a sus formas en el pasado, ha sido un conflicto global.
Creo que la muerte de Bin Laden el pasado mes de mayo, bien podría marcar el fin de esa conflagración, unido ello con las manifestaciones de "La Primavera Árabe", que supone, en cierto modo, una corriente en pro de la democratización, de países sometidos a sistemas políticos totalitarios., albergándose la esperanza, de que ese cambio de lugar a verdaderas democracias alejadas de todo extremismo, incluidos los de componente religiososa islamista.
Quizá, se pueda asumir en breve el final de la guerra en los escenarios en los que se ha desarrollado -Irak y Afganistan flanqueando a Irán núcleo duro del Islamismo beligerante contra occidente-. Pero tampoco están muy claros los objetivos que se han cumplido, o si simplemente, la amenaza del terrorismo islamista radical, persistirá, sin que el enorme esfuerzo bélico norteamericano haya servido de mucho, para hacer nuestro mundo mejor y más seguro.
Aquel 11-S, demostró nuestra vulnerabilidad, e iniciaron una época de incertidumbre e inseguridad a la que los norteamericanos no estaban acostumbrados en su historia reciente.
Pudiendo casi dar por terminada esa guerra abierta contra el terrorismo islamista a escala global. Nos encontramos ahora, ante la peor crisis económica global, donde está en cuestión un modelo de capitalismo especulativo salvaje, que pone en jaque la capacidad política y la autoridad de los propios estados.
Los Estados Unidos, nación cabeza del orbe occidental, heredera de muchos de sus valores como civilización, entre ellos la democracia, se encuentra hoy como nación exhausta, ante el esfuerzo bélico global de estos últimos diez años, y los efectos que se derivan de la crisis financiera también a escala global, hoy devenida en "Crisis de Deuda Soberana de los Estados", cuyas causas también hunden parte de sus raíces en lo acontecido aquel 11-S.
Hoy es un día para detenerse a reflexionar sobre lo que nos ha acontecido desde ese día, para procurar poner los medios, para que nada semejante vuelva a ocurrir.
Y desde luego, nuestro más emocionado recuerdo, a todos cuantos perdieron la vida en tal fatídico día, tan nefasto para el pueblo norteamericano, y el mundo en su conjunto, por las graves consecuencias que ello ha traído consigo, y que sin duda, seguiremos conociendo.
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