Ayer un año más, conmemoramos el día
dedicado a los millones de personas afectadas por el VIH/SIDA en el mundo, y a
todas las vidas segadas en estos últimos treinta años, por la que sin ningún
género de dudas, es la mayor pandemia de los últimos tiempos que afecta al ser
humano, y el mayor reto para la ciencia médica, en la búsqueda de un remedio
definitivo, que libere a la humanidad, de una enfermedad, que además de sus
negativas consecuencias físicas, trae asociado, el estigma para quienes la
padecen.
Desde que fue declara la pandemia a principios de la década
de 1980, más de 60 millones de personas han sido infectadas por el virus en
todo el mundo, y conviven con él hoy cerca de 34 millones.
A lo largo de 2010, se produjeron en el mundo 2,7 millones
de nuevas infecciones, y alrededor de 1,8 millones de personas murieron por
causas asociadas al VIH/SIDA.
En España, conviven con el VIH unas 150.000 personas, de las
cuales entre un 25 o 30% (pues no se pueden tener datos precisos) desconoce que
son seropositivas.
Más del 40% de los diagnósticos que se realizan, son ya,
lo que los especialistas en medicina interna en inmunología, denominan
“diagnósticos tardíos”. , que son aquellos, en los que la persona infectada por
VIH, presenta ya un notable deterioro de su salud, a consecuencia de la
progresión de la infección destruyendo las defensas de su organismo, sin haber
sido tratado. Las consecuencias de ello, complican el tratamiento y progresión
de la enfermedad con todas las patologías que a ella pueden asociarse, a la par
que incrementan sus costes, tanto sanitarios, como emocionales, sociolaborales
y familiares para el enfermo.
La principal razón por la que se producen estos
“diagnósticos tardíos”, responde no tanto a una falta de información de la
población en general en lo que se refiere a las conductas de riesgo asociadas a
posible infección de VIH, como al rechazo social que lleva parejo el
padecimiento de esta enfermedad en todos los órdenes de la vida, lo que induce,
a que muchas personas, huyan de hacerse las pruebas por temor a un positivo, y
consiguiente estigmatización.
Las consecuencias de ello no pueden ser peores, tanto para
la persona afectada, que no se podrá beneficiar de un tratamiento que mejore su
esperanza y calidad de vida, sino también, para la sociedad en su conjunto, por
cuanto, se facilita la progresión de la enfermedad, por medio de nuevos
contagios, y posteriormente, un mayor coste social y sanitario, tanto por la
mayor complicación de tratamiento de las personas con diagnóstico tardío, como
su mayor incapacitación laboral.
En España, se siguen infectándose cerca de 3500 personas más
al año, de estas, sorprende que uno de los colectivos de edad donde más ha crecido en % de casos,
sea el de jóvenes entre 14 y 20 años, pasando de un 2% a casi un 10%., y dentro de este, los homoxesuales y bisexuales, siguen
siendo uno de los colectivos con mayor incidencia., sufriendo una doble estigmatización a la que el VIH/SIDA no es más que una añadida, porque pese a los avances legislativos habidos, hay todavía un importante rechazo social-familiar y laboral hacia las personas con dichas orientaciones sexuales; lo cual, en los niveles más bajos bajos de cualificación y renta, especialmente de la población más joven, supone un elevado riesgo de exclusión social.
Es vital por tanto, que tod@s nos concienciemos de no bajar la
guardia en las acciones preventivas de sexo seguro a todas las edades,
prestando especial atención a las campañas de educación y prevención en los
centros educativos, para que nuestros chic@s, que descubren la sexualidad en la
adolescencia, tengan conductas responsables. Campañas, en las que quizá el recurso
más importante quizá sea el de hablar de ello con naturalidad en clase, como una faceta
educativo-formativa más de la dimensión del comportamiento humano como lo es su
sexualidad en sus diferentes orientaciones, sin tapujos moralistas porque la
realidad de la vida los trasciende, y todo previa formación a los docentes e
inclusión de esos contenidos “ético-sociales” en los programas formativos, sin
pretender adoctrinar, solo informar, y orientar hacia lo que son conductas responsables,
con uno mismo, y con los demás.
Y también, es preciso que tod@s como individuos que con la
suma de nuestras actitudes determinamos el comportamiento de nuestra sociedad,
nos concienciemos de no condenar, culpabilizar, señalar y rechazar a las
personar portadoras y enfermas por VIH. ¡Nadie quiere estar enfermo sin remedio
de por vida, y no encontrar comprensión en ese estado…!, las conductas que
llevan al VIH, hoy en su mayor parte relacionadas con la sexualidad, más allá
de moralismos ideológico religiosos, forman parte de nuestra condición humana,
y es por ello, que el culpable de la afección, no sea la persona, sino el
propio virus, que actúa según la leyes de la bioquímica las cuales, son
universales, como universales son también las pautas del comportamiento de la
especie humana en relación a su sexualidad, y en ello encontramos la respuesta
de la rápida extensión y progresión global de la enfermedad.
Habida cuenta, tod@s estamos expuestos a infectarnos, con
independencia de nuestra edad, orientación sexual y condición social… Y es
precisamente la actitud de juzgar y rechazar a los afectados, lo que posibilita
que la enfermedad, pueda seguir progresando, favoreciendo las nuevas
infecciones.
En los tiempos que corren, de grave crisis económica, en
donde los déficit y la deuda pública de los estados, están poniendo en tela de
juicio el ESTADO DEL BIENESTAR, con la revisión en muchos casos de las
políticas y coberturas sanitarias, está claro, que son los colectivos
socialmente menos favorecidos, los que se ven más afectados por las mismas.
La necesidad de realizar recortes para ajustar las cuentas
públicas, y la sensibilidad con la que los mismos se hacen, muchas veces más de
acuerdo a criterios menos objetivos y más ideológicos. Puede llevar, a que se
tomen decisiones “miopes”, en el sentido de recortar gastos sanitarios,
precisamente, donde al hacerlo, pueden generarse otros costes sanitarios y
sociales mucho mayores y de más difícil gestión.
Son muchas las voces que se empiezan a oír sobre la
conveniencia de mantener o no la universalidad de los tratamientos
antirretrovirales para el control del VIH, ante su elevado coste, el aumento de
la esperanza de vida de los infectados que requieren de ese tratamiento casi de
por vida, y al hecho de que cada año se den 3000 nuevas infecciones.
Efectivamente, hay que advertir a los ciudadanos para por este sentido
estrictamente económico, ser también más corresponsables y no incurrir en
prácticas de riesgo, y quizás también, las pautas de tratamiento deban
racionalizarse, pero siempre desde un estricto control y criterio médico. Pero al igual que no culpabilizamos, ni juzgamos y ni muchos menos estigmatizamos a un enfermo de cancer de pulmón que quizá haya fumado toda su vida, a un diabético sobrevenido por sus malos hábitos alimenticios y sedentarismo, a un efermo coronario por no haber llevado una vida saludable para su corazón... y un amplio etcétera de ejemplos, con los que se pudiera seguir... igual que no juzgamos a unos enfermos, en función de los hábitos y prácticas "también de riesgo" para el desarrollo de sus patologías, tampoco debemos juzgar ni marcar a los portadores del VIH y/o enfermos de SIDA.
No debe olvidarse, que el coste de esos tratamientos, hace
que el mismo sea inaccesible para la mayor parte de los enfermos, y que su no
seguimiento y control, nos generaría, por la progresión de la enfermedad,
mayores costes sanitarios en el tratamiento del grave conjunto de patologías
que trae asociadas el VIH/SIDA, además de la incapacitación social y laboral de un
colectivo de población, muy importante, que en su mayor parte, gracias a los
tratamientos antirretrovirales, ven mejorada su calidad y esperanza de vida, y
pueden llevar una vida “normal”, siendo laboralmente activos, y contribuyendo
al conjunto de la sociedad.
Hay quienes van más allá, en estos duros tiempos, sacando a
relucir datos tales como la afección del VIH entre los inmigrantes, señalando,
que si bien son el 13% de la población, suponen el 33% del total de
infectados reconocidos…, y plantean medidas "tan humanitarias", como limitar el acceso
universal al tratamiento, solo a los nacionales, partiendo de la base de que,
los españoles, no tienen fuera de sus fronteras los beneficios que nuestra
sanidad brinda a los extranjeros… Son en definitiva planteamientos éstos,
producto de la dureza de la situación económica actual, pero que no pueden ser
admitidos, porque el relativismo moral, político e ideológico en el que se
basan, podría algún día llevarnos a justificar, cosas, como "dejar enfermar gravemente y hasta morir a las personas afectadas por el VIH", tal como ocurre en países subdesarrollados y del tercer mundo, donde eso ocurre, por falta total de recursos y medios, sin que ese, sea nuestro caso, al margen de la necesaria racionalización de medios y recursos que requieren los tiempos de crisis, para sotener el sistema sanitario que hoy a tod@s nos protege.
En lugar incidir en tan insolidarios y hasta "inhumanos"
planteamientos, deberíamos poner el foco, en el negocio y beneficios de las
grandes multinacionales farmacéuticas, y en su interés por investigar en la
línea de tratamientos más eficaces y baratos, o definitivamente curativos.,
pues es obvio, que cuando los estados dejan de destinar recursos a ese
objetivo, la investigación privada, no se centra más que en el desarrollo de
tratamientos crónicos, como si en la cronificación de la enfermedad y no en su
curación, estuviera la garantía para seguir asegurándose amplios beneficios, y
en eso, las políticas de los estados, son también corresponsables., en la dinámica de unos tiempos como los actuales, donde lo político, más que nunca si cabe, está subordinado a los desvaríos del imperativo económico-financiero, muchas veces alejado de la realidad de la economía en su dimensión más cercana a las personas.
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