Finalmente, los acontecimientos a los que nos ha llevado la crisis desde 2008, ha obligado al presidente José Luis Rodríguez Zapatero a claudicar. A claudicar primero en que no realizaría recortes sociales, y ahora, en su determinación de agotar el periodo de la legislatura.
Agotado política y personalmente, y sin apoyos ya dentro de su partido, que cierra filas en torno a Rubalcaba, tras la debacle electoral del 22M, a Zapatero no le quedaba otra alternativa.
Hubiera podido sin duda aguantar hasta marzo de 2012, pero es evidente, que las presiones se hacían ya insoportables por parte de sus propios compañeros de filas, y de su nuevo candidato.
Zapatero se marcha incluso de la vida política después de haber estado en ella desde 1986, cuando fuera uno de los diputados más jóvenes de España en la bancada socialista con Felipe González en el gobierno, una vieja guardia, la de Felipe, a la que pertenece Rubalcaba, que no le perdona muchas cosas.
La historia juzgará andando en el tiempo a este presidente, que ha tenido que afrontar las consecuencias para España de la peor crisis desde la de 1928. De su primer gobierno, no se podrá negar el claro avance habido en políticas sociales y progresistas, y al amparo de una coyuntura económica favorable, que España superara la media europea de PIB percápita, así como que se alcanzaran los niveles de paro más bajos en la historia democrática de nuestro país, en aquel añorado verano 2007.
Pero la coyuntura económica mundial cambió, se derrumbó el castillo de naipes de valores financieros ficticios en los que, como castillos en el aire, las sociedades occidentales pusieron sus anhelos de tener y disfrutar un nivel de vida y bienestar elevados, sin producir nada material a cambio. En ese escenario, de crisis, y de manera dramática, España, pronto vería caer de manera estrepitosa su modelo productivo, basado en el ladrillo, y la especulación inmobiliaria y financiera.
La consecuencia directa de aquello, que en cuatro años se pasara de una tasa de paro del 7% a otra del 20,8%; tres veces más.
El paro se ha cebado sobre todo con los jóvenes y con los inmigrantes.
España, que de 2001 a 2010, ha pasado de 41 millones de habitantes a 47. Debe este incremento demográfico, a la inmigración que llegó masivamente durante la segunda legislatura de Aznar para trabajar en situación irregular en trabajos precarios y mal remunerados, con los que se fomentaba una competitividad laboral A LA BAJA con la mano de obra nacional, y que Zapatero intentará frenar al regularizar en 2005 buscando una equiparación en derechos pero también en deberes a esa población inmigrante, acusándosele con ello del segundo EFECTO LLAMADA., Ahora el país soporta como pesada losa a esa población inmigrante, consecuencia de la elevada tasa de desempleo que les afecta, a su bajo nivel de cualificación, y a quienes ha de mantener a base de subsidios salidos de los cada vez más menguados recursos públicos., mientras que son muchos los jóvenes españoles, que se ven forzados a salir fuera a otros países europeos, en busca de posibilidades laborales que aquí no encuentran.
Pero Zapatero, y su gobierno, no aprovecharon los años de bonanza económica para hacer las reformas económicas necesarias que España hubiera requerido para ser una economía más productiva y competitiva, donde el sector inmobiliario, fuera perdiendo progresivamente protagonismo en la ocupación, en favor de nuevos sectores productivos, como las nuevas tecnologías, las energías renovables etc., cosa que de todas formas, de haberse empezado a hacer, como se hizo en parte, tampoco hubiera dado resultados de hoy para mañana, sin que con ello se hubieran mitigado los graves efectos de la crisis que se avecinaba.
Zapatero hizo una decidida apuesta estatal, por el impulso de las renovables, y en sus ocho años, España ha pasado a estar a la cabeza del mundo en producción energética proveniente de estas tecnologías, aunque seguimos teniendo una fuerte dependencia energética exterior, que lastra nuestra economía y sus posibilidades de crecimiento, con unos costes energéticos elevados, producto de esa excesiva dependencia del petróleo.
Zapatero, evaluó mal la crisis, cuando esta se presentó ya con síntomas a finales de 2007, y reaccionó tarde en 2008, con medidas de tipo Keynesiano, que lejos de contribuir al mantenimiento y estímulo de la actividad económica, condujeron a un rápido endeudamiento y déficit de las cuentas públicas del reino, sin que se aplicaran reformas de carácter económico estructural, tendentes precisamente, a la contención del gasto, y a tomar medidas legislativas que fomentaran la competitividad económica futura del país en lo laboral y productivo, como principal garantía de viabilidad de nuestro modesto estado de bienestar social.
Sus últimas reformas llamadas antisociales, como la reforma laboral, la reforma de las pensiones, y medidas de recorte de pensiones y salarios de funcionarios, son producto de la imposición de la coyuntura económica global y no de su convencimiento, pues España, tiene el peso que tiene en la economía mundial, y no podían permitir importantes actores de la escena internacional, que nuestro país, pudiera poner en jaque a causa de su creciente endeudamiento, la estabilidad de la zona euro... aunque, como ahora vemos, otros, como Italia, estaban peor que nosotros, incluso desde antes de la crisis.
Zapatero reforma y recorta, no desde el convencimiento de lo que habían venido siendo sus políticas, sino desde la imposición de unas circunstancias adversas que pueden tener nefastas consecuencias para España.
Es por ello que quizá, como muchos le reprochan, sus reformas sean tibias e incompletas, pero quienes le critican en ese sentido, son precisamente aquellos quienes aplicarían esas reformas "antisociales" todavía con mayor rigor, y más insensibilidad social.
Zapatero, ha quemado parte del barco socialdemócrata, para intentar mantener a flote lo esencial del estado del bienestar, que se apoya en el sistema público de pensiones, la sanidad y la educación universal y gratuita, garantes de la la igualdad de derechos y oportunidades.
Si quienes hoy le critican, estiman esas medidas insuficientes, amplíen su contenido, si con esta pretensión quieren optar a la confianza de los españoles, el próximo 20N.
Por tanto, dos meses después de las municipales, estamos de nuevo en campaña, una campaña que esperemos se centre en hablar de los problemas que se han de afrontar para garantizar el futuro de España, atendiendo a los problemas que son de interés general, más que a lo que es del interés de los partidos.
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