martes, 23 de febrero de 2016

23F.: 35 AÑOS DEL GOLPE DE ESTADO DE 1981.


Cuando llevamos más de dos meses de desgobierno, sin gobierno o con un gobierno en funciones cuyo partido está acosado por casos de corrupción, con una clase política revuelta en tácticas de pactos alejados del interés general de la ciudadanía. Conviene recordar, que la democracia que tenemos, no es algo que nos venga dado, sino algo por lo que  luchar y trabajar  todos los días con responsabilidad y sentido de estado; y no sólo nuestros "políticos" sino empezando por nosotros mismos, ejerciendo responsablemente nuestra ciudadanía, estando informados, valorando juiciosamente y en lo posible, comprometiéndonos en la mejora de la realidad de nuestro país en el orden que sea, aunque solo fuere, haciendo bien nuestro trabajo y cumpliendo con nuestro cometido.

Las dictaduras surgen, cuando fracasa la democracia y el gobierno del pueblo para el pueblo. Es en ese escenario, cuando algunos sienten la tentación de pretender decir al pueblo lo que debe de asumir, en un dictado sostenido por la fuerza, y muchas veces, ese dictado, dictadura, suele responder a los intereses del colectivo social que lo apoya, que no suele ser el colectivo más numeroso, aunque sí el más privilegiado o influyente económicamente. Agrandes rasgos, eso es lo que sucedió en España de 1939 a 1975 tras una guerra civil que se inició también con un golpe de estado contra el orden legal y constituido de la Segunda República. 

Un golpe de Estado el del 18 de julio de 1936, que los vencedores de esa guerra, el bando sublevado, travistió de una legalidad que dimana del atentado y atropello de la legalidad republicana, nacida de la legitimidad democrática, que fue subyugada por la fuerza de las armas, no sin antes caer en una anarquía en la que también se cometieron crímenes impropios de un estado democrático de derecho, al amparo de dogmas ideológicos tan radicales como opuestos a lo que la república quiso ser para España.

Conviene no olvidar la historia, para no repetirla, aunque, afortunadamente, la España de hoy no es la de entonces, como tampoco sus ejércitos, ojalá otras estructuras del estado se hubieran modernizado y adecuado tan bien a su papel constitucional, como nuestras actuales fuerzas armadas.

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