El verano pasado, asistíamos a cómo la soberanía del pueblo griego, expresada en las urnas, era avasallada por la burocracia de una UE, más al servicio de las finanzas que de los ciudadanos.
Gran Bretaña hoy, ha votado NO a permanecer en la UE, y con ello, pone en jaque, aunque se afanen muchos en decir lo contrario, la continuidad del proyecto de integración europea.
Pero cabe preguntarse al respecto de QUÉ clase de "integración" es la que prima hoy en la UE, la de los derechos y libertades de sus ciudadanos, o por el contrario, en lo que se ha convertido esta unión, es en un simple club económico y comercial, incapaz de avanzar en su integración política y social.
Tenemos una moneda común, unas instituciones comunes y un parlamento que representa a los ciudadanos de 28 estados con unos 508 millones de habitantes (444 sin los británicos), todo ello favorece el libre movimiento de y sobre todos, mercancías y capitales, aunque teóricamente, también de personas, y digo teóricamente, porque precisamente en eso, en la libre circulación, residencia, status y derechos de las personas, es donde se ponen de manifiesto las graves diferencias y desigualdades que separan a los diferentes estados de La Unión.
La Unión Europea, es el más grande experimento de la humanidad en materia de GOBERNANZA SUPRANACIONAL en el sentido de una singular y moderna confederación, que no anula a los estados nación que la integran en lo que respecta a su identidad nacional, pero que establece un marco de cooperación y gobernanza conjunta, sobre todo en lo económico, cormercial y marco normativo ligado a ello, que permite o así se aspira, dotar a los pueblos de Europa de una contexto de convivencia pacífica y de progreso moral y material. Un proceso de integración que quería ser y a pesar de todo es, un ejemplo para la gobernanza futura de la humanidad, basada en los principios de democracia, libertad, igualdad y progreso, que está siendo puesta a prueba por la mayor crisis económica mundial desde 1928.
La Unión Europea, nace como "Comunidad Económica" tras la Segunda Guerra Mundial, producto de la voluntad de los países europeos del llamado "Bloque Occidental" durante la "Guerra Fría", en oposición al "Pacto de Varsovia" bajo la órbita del comunismo soviético, que subyugó a todo el este del continente.
Tras dos guerras mundiales con claro y exclusivo origen europeo, era necesario buscar la forma de promover la cooperación y la convivencia pacífica entre los diferentes estados nación, algunos de ellos grandes potencias hasta antes de la Primera Guerra Mundial, que tras la Segunda, pasan a ser naciones de segundo, tercer o cuarto orden, que no obstante, mantienen un importante potencial económico-comercial, amén de su trascendencia política, histórica y cultural en el mundo.
La Unión Europea, ha crecido siempre en su marco de integración económico-comercial y sobre todo en su dimensión política y social, de la mano de la ideología cristiano-demócrata y socialdemócrata de los diferentes estados europeos, fundamentalmente de Francia y Alemania, ambas dos naciones continentales, tradicionalmente enfrentadas a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX.
La crisis de 2008, y las políticas neoliberales de recortes y austeridad por encima de todo, con el objeto de controlar los déficit de los estados, de pretender una política monetaria común sin una política fiscal común, de no avanzar en la homogeneización de derechos sociolabolares a nivel europeo, con una legislación común básica, entre otras... ha desprovisto a La Unión de los valores políticos, sociales y éticos en los que se basó su proyecto de integración.
Las políticas neoliberales centradas en los datos macroeconómicos de la economía financiera, han incrementado las desigualdades sociales y mermado a las clases medias en toda La Unión, favoreciendo el ascenso de los nacionalismos y los populismos, así como mermando la solidaridad entre estados, que han sido causa histórica de la mayor parte de los conflictos que han asolado el continente, favoreciendo su fragmentación política y su empobrecimiento moral y económico.
El proyecto de Constitución Europea, sustituido por un simple "tratado" ratificado en Lisboa por los gobiernos de los estados, obviando el voto favorable de millones de europeos. Pretendía dotar a la UE de los instrumentos identitarios y políticos necesarios para avanzar hacia un modelo de integración política, económica y social más amplio, que respondiera a los retos de su gobernanza interna y a los retos y amenazas de un mundo globalizado.
Gran Bretaña especialmente, junto con otros estados, se han significado siempre por su intransigencia hacia ese proceso de mayor integración. El caso británico, es el de un país que tiene aun ciertas tendencias de carácter imperialista, que ya nada tienen que ver con su realidad nacional, por más que sea la 6º o 7º economía del mundo y la 3º hasta la fecha de La UE, cuando la misma UE en su conjunto, es la Primera Economía del Mundo por PIB, un gigante económico, pero sin embargo un enano político.
Es de lamentar que se haya llegado a este resultado en el referendum de ayer por lo que respecta de rechazo al proyecto común europeo por parte del pueblo británico, una decisión soberana respetable, que sin duda, tendrá consecuencias tanto para Gran Bretaña, como para el conjunto de la unión y del mundo, por cuando se altera el escenario geopolítico mundial.
Sin embargo, lo que tampoco podía ser, es que el Reino Unido permaneciera en la unión en un régimen de privilegio por encima de estatus político del resto de estados, como si los 64 millones de británicos, valieran más que los 444 millones de los ciudadanos de la Europa Continental. Esa pretensión de estar sólo para lo bueno pero no para lo no tan bueno, debe ser motivo de reflexión por parte de esos británicos de la Inglaterra rural, que han negado a sus hijos un futuro integrado en un espacio europeo de cooperación y convivencia, en el que han participado, con claro beneficio, durante los últimos más de 40 años.
Esos jóvenes británicos urbanos, abiertos de mente, con amplitud de miras y europeistas, pueden tener la seguridad de que, a pesar de todo, y como europeos que son, la UE seguirá siendo su casa común, aunque ya no como ciudadanos de pleno derecho, van a perder la carta de ciudadanía europea por decisión de sus mayores, pero no la estima de los que han tenido el honor de ser sus conciudadanos, por más que algunos ingleses, nunca nos considerasen iguales.
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