Es evidente que España tiene como país un gran y grave problema que atañe a su identidad histórica, estructura y forma política del Estado.
Y todo ello se ha visto agudizado por una crisis económica, que ha tenido y tiene unos efectos DEMOLEDORES sobre el tejido social de un país que ha visto acrecentadas las desigualdades y la injusticia social sobre sus clases medias y trabajadoras, obra del desempleo, pero también, de la precarización de sus condiciones, dando lugar a ciudadanos de primera y de segunda en función no sólo de su nivel retributivo, sino del contrato que tengan y la estabilidad de éste.
La crisis institucional y política es reflejo de todo esto. La crisis institucional, está íntimamente ligada a la corrupción de las estructuras del estado surgido de la restauración del sistema democrático en 1978, eso sí, sin tocar los privilegios de los grupos de poder que auspiciaron el anterior régimen y se mantuvieron a su sombra. El régimen partidista del 78 se ha visto colapsado por la corrupción y falta de verdadera democracia interna dentro de sus estructuras, llegándose a institucionalizarse esa corrupción, a través de cadenas clientelares y de favor de las que se benefician siempre los mismos.
Así pues, irrumpen en el escenario político nuevos actores, que introducen en la escena política el malestar y resentimiento de los desheredados por una crisis, que ha dejado en la cuneta, a buena parte de los nacidos con esa Constitución de 1978, que tanto dicen defender unos para según qué cosas. Una Constitución que se puede reformar en horas para subyugar el interés general del país a los dictados de una UE que dirigida por las finanzas internacionales, ha llevado a su ruptura con el BREXIT, al ascenso de los nacionalismos y populismos que llevan al continente a una unilateralidad en sus relaciones, que convierten a la UE en un enano político, donde Rusia crece en poder frente a los EEUU, único valedor de un experimento de gobernanza transnacional, nacido con la vocación de evitar nuevos escenarios bélicos en el viejo continente.
Una UE donde la libertad de movimientos de capitales y mercancías no es equiparable al de las personas o los derechos de éstas entre estados. Las grandes corporaciones y el capital financiero, hacen una suerte de GRAN CHANTAJE SOCIAL a los gobiernos y sociedades democráticas, en el sentido, de que si no acceden a legislar en sentido acorde a sus intereses, deslocalizan la producción destruyendo empleo, o simplemente no creándolo o no facilitando el crédito a empresas, familias y particulares, pese a que han logrado recapitalizar las pérdidas producto de su especulación con el dinero de los contribuyentes, convirtiendo en pública una deuda producto de una mala gestión privada, y por tanto ILEGÍTIMA, a efectos de deuda soberana.
Así, la falta de unidad legislativa en materia social, laboral o fiscal en la UE, hace que los estados de la unión compitan entre sí, aprovechándose las grandes multinacionales y el gran capital de las diferencias de renta y aun de tipos impositivos, para maximizar beneficios con los menores costes salariales posibles y el pago de los menos impuestos posibles, sin importar "la función social" de toda empresa en la creación, distribución y fijación de la riqueza.
España ha estado sin gobierno, porque estaba en cuestión QUÉ GOBIERNO y qué políticas son las que debían seguir haciéndose. El mantra repetido ahora es "necesitamos un gobierno", como si cualquier gobierno fuera válido ante el aburrimiento al que se somete a los ciudadanos repitiendo elecciones, hasta obtener el resultado acomodado, domeñando así la esencia de todo sistema democrático que se precie.
Habrá nuevo gobierno, a costa de desarbolar por completo la nave del principal partido de la oposición, tras repetir por dos veces las elecciones, donde una clase política alejada del sentir general, especialmente en la derecha, ha dicho a los ciudadanos que NO NOS VALE LO VOTADO, para continuar en el absolutismo de una mayoría que se les ha negado dos veces.
El Rey y la monarquía en medio de todo esto, con la excusa de "su papel Constitucional", ha estado ausente, y su voz a penas se ha logrado imponer en medio de una refriega política, que ha hecho de España un país ingobernable. Pero si Juan Carlos y Sofía habían logrado situarse por encima de la clase política, Leticia, acomodada en TVE en los tiempos de Urdaci con el gobierno Aznar, (artífice de difundir en los informativos de TVE la mentira que pretendió promover el PP sobre la autoría de los atentados del 11M ), y que cuenta entre sus amistades a elementos como Javier López Madrid -el compiyogui- uno de los beneficiados de las tarjetas black junto con el ex-jefe de la casa real. Dan pie a pensar en el alineamiento ideológico claro de la monarquía, hacia posiciones más conservadoras, un alineamiento que está disimulado desde la oficialidad.
¡Ahora, corre su Majestad a hacer una nueva ronda de consultas...!, al borde de unas terceras elecciones, que difícilmente puede afrontar un PSOE sin candidato y roto internamente, y al que se le pide abstenerse a otros cuatro años de Rajoy, y sus políticas contra la mayoría social del país, cosa que está por ver, en el sentido de que su grupo parlamentario mantenga la unidad de su disciplina de voto, pese a los esfuerzos de Javier Fernández, el instrumento de los conspiradores contra Sánchez puesto como HOMBRE DE PAJA al frente del PSOE.
Y no quede duda, para los que tan felices se las componen con la hipotética nueva investidura de Rajoy, que este país, se dirige a un escenario de creciente conflictividad social e inestabilidad política, si no se logran corregir de la mano de esa supuesta recuperación económica, las graves desigualdades que asolan a los menos favorecidos. Y que esas desigualdades, debilitan el cuerpo social de la nación, causando la creciente inestabilidad política que padecemos, a la que se suman los desafíos de carácter independentista, especialmente en Cataluña, acrecentado por la falta de visión de quienes envolviéndose en la bandera, aplican a conveniencia una Constitución domeñada en 2011 para servir al capital antes que a los ciudadanos y al bien común de la nación.
Cómo español, me duele España, pero hay dos Españas, la que malvive producto de la crisis, el desempleo y la precariedad laboral. Y la que, más acomodada, mira para otro lado, y se envuelve en sus símbolos, acrecentando con ello el rechazo de una parte del país, que ve en ellos la representación de un estado de cosas, que les lleva a estar en la postración en que se encuentran.
Comprensible es por tanto el rechazo de esa otra España, a unos símbolos que más que para fomentar la unidad, han servido siempre para reprimir e imponer un modelo de país y de estado, sino con la legitimidad de las urnas, por la fuerza de las armas, tal como nos recuerdan las palabras de Don Miguel de Unamuno en el paraninfo de la universidad de Salamanca, de la que era rector, hacía ayer ochenta años:
"Venceréis pero no convenceréis..." y así, ochenta años después, efectivamente vencieron pero no convencieron, y siguen sin convencer.
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